Breve historia del circo, de Pablo Cerezal

Miguel Sánchez-Ostiz

Conocí a Pablo Cerezal en Cochabamba, ahora hace cuatro años, en el Tunari, un comedero de El Prado, propiedad de uno que había sido agente secreto, formado en Cuba. Había un colosal piqué macho sobre la mesa. Me pasó entonces sus Cuadernos del Hafa, y escribí algo sobre él en algún lado porque el libro me gustó mucho. En otros encuentros, Pablo me contó de su vida y milagros, compartíamos filias literarias y fobias sociales o políticas. Tenía una pasión literaria contagiosa, por la lectura y por la escritura. Todo era viaje para él. Sé que Cerezal fue dichoso en Cochabamba y también que las pasó putas, sencillamente putas, o que se lo hicieron pasar. Tengo dicho que un país no lo conoces hasta que no haces cola en Inmigración, y Pablo y Sabah hicieron algo más que cola. Hubo gente que no fue nada generosa con él. Luego llegó Munay, su hijo, tan presente en este libro, como asidero de esperanza y vida mejor…

El circo de niños de la calle del que habla Cerezal y para el que trabajó en una ONG, lo vi actuando en la plaza años atrás. De los niños de la calle y sus tragedias me habló Gregorio Iriarte, una gran persona, y conocí a algunos de ellos en un refugio de Cochabamba, algo tremebundo: historias turbadoras que te ponen un nudo en la garganta a poco que las recuerdes, y que Pablo conoce mucho mejor que yo. Yo pasé y me fui, él estuvo, a diario, contra viento y marea, más agitados que otra cosa, él hizo, que de eso se trata y que lo cambia todo. En este circo de Pablo Cerezal no hay impostura humanitaria alguna en busca del aplauso, hay testimonio, herida, memoria.

Dicho lo cual diré que si algo me admira de este libro, tejido sobre el dechado de su vida en Cochabamba, es que Pablo haya obviado las putadas que le hicieron y haya orientado su relato por otros derroteros, menos previsibles para mí y más luminosos, por mucho que del dolor y la mugre con la que se encontró en Cochabamba hable. Este relato está sostenido en la verdad de una vida relatada con evidente pasión literaria. El talento literario está en que para que las páginas te conmuevan no hace falta saber lo que las sostiene o tienen detrás, y las empujan una palabra detrás de otra. De Cochabamba se habla en este libro, cierto, la ciudad, sus calles y mercados, o cuando menos en ese escenario se invoca la mejor vida, pero es de esta de lo que trata, en un soberbio ejercicio de ascesis. Cerezal no se dejó ahogar por la mugre.


*Publicado originalmente en Vivir de buena gana (15/6/2017)

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